Bajé
corriendo las escaleras de dos en dos y en el penúltimo escalón resbalé y caí
al suelo. El peso de la mochila me impedía levantarme. Era extraño que tras el
golpe de la caída nadie hubiera salido de su escondite para socorrerme. Por un
momento me dio la sensación de que era muy tarde. Miré el reloj y apenas eran
las ocho menos cuarto, entonces,¿ dónde estaba el personal? Me levanté de las
escaleras cuidadosamente y me sacudí la ropa.
-
¿Mamá…?
– grité al aire, pero nadie contestó.-
Fui
hacia la cocina y sobre la mesa se encontraba una taza con mi desayuno. Ni mi
madre ni mi hermano debían estar en casa y mi padre estaría trabajando. No
había nadie. Ni Jack había acudido al desayuno. Me senté en una de las sillas y
tranquilamente me tomé mi solitario desayuno a base de tostadas y un vaso de
café con leche con más azúcar que cualquiera de los otros dos ingredientes.
Metí el vaso y el plato en el fregadero, cogí la mochila que seguía estando
abandonada en las escaleras y cerrando la puerta con llave tras de mi salí de
mi casa. La mañana estaba envuelta en un aire fresco y en el cielo no había una
sola nube. De camino hacia el instituto Saint Century aun me sobraba algo de
tiempo para dar un rodeo y pasar al lado del cementerio. La pasada noche ya
había estado allí pero quería verlo mejor a la luz del día. Efectivamente
estaba totalmente custodiado por una casi frondosa vegetación. Las lápidas
estaban partidas y la mayoría de los epitafios fueron borrados por el paso del
tiempo. Me metí por una callejuela y me apresuré a llegar al instituto antes de
que el conserje cerrase la gran verja de hierro ornamentado. Pasé por los pelos
y con la agilidad de una lagartija me abrí camino entre los estudiantes hasta
mi clase. Dejé caer la mochila en el suelo al lado de mi sitio y erguida saqué
un cuaderno y me puse a garabatear. Estando inmersa en mi ‘’obra de arte’’ no
oí llegar a Rían que ya desde por la mañana temprano no podía dejarme en paz.
-
Oh
que bonito – le noté cierto sarcasmo en su voz- se te da muy bien dibujar –el rubio giró la silla del
pupitre de atrás que permanecía vacío y se sentó con mi dibujo en las manos.
Esta mañana estaba distinto, parecía mucho más serio y menos repelente que como
de costumbre- Se te da muy bien dibujar ángeles. Qué envidia – no sé si fue por
la desganada apariencia o por ese ‘’que envidia’’, pero a Rían debía de pasarle
algo-.
-
Rían,
¿ estás bien? – en un situación normal nunca le hubiera preguntado ni me
hubiera interesado por él, pero estaba tan abatido que no pude frenar mi
curiosa preocupación-.
-
Vaya..
Raven Madison preguntándome que si estoy bien… eso es todo un acontecimiento…
-dejó de mirar mi dibujo para mirarme directamente a los ojos- Tranquila, estoy
bien, solo estoy un poco….- el chico se paró en seco y me miró a la muñeca, la
cual tenía apoyada sobre el respaldo de la silla- ¡ Raven, estas sangrando!
-
Oh,
es verdad – me miré la muñeca y de una pequeña raja salía aún sangre, mientras
que a su alrededor se aglomeraba sangre reseca- Esta mañana me caí bajando por
las escaleras. No es nada. – el chico me miró durante unos segundos y tras un
breve resoplido me agarró del antebrazo y me levantó de la silla
delicadamente-.
-
Venga,
vamos a la enfermería anda…
Al
salir de clase nos encontramos al profesor y tras unas breves explicaciones nos
dejó proseguir hasta la enfermería. Ya no había nadie por los pasillos y desde
fuera se oía a los profesores dar clase a unos aún adormilados alumnos que
desde sus sitios luchaban por no caer dormidos en sus mesas. Rían permanecía
agarrándome del brazo firmemente mientras caminábamos en silencio. El chico
estaba raro. Parecía que le costaba un mundo moverse y esa chulería de divo
suya característica parecía haberle dado unas vacaciones esta mañana. Llegamos
a la puerta de la enfermería que se encontraba en el mismo pasillo que la sala
de profesores. Llamamos a la puerta pero no había nadie. Se suponía que los
utensilios de desinfección estaban al uso del alumnado bajo un tratamiento
responsable así que sin ninguna pregunta innecesaria Rían abrió uno de los
múltiples armario y sacó unos algodones y una botella de agua oxigenada. Se sentó
en una de las camillas que había.
-
Ven,
siéntate aquí – el chico parecía muy seguro de lo que estaba haciendo. Me tomó
la mano y suavemente dejó escurrir algunas gotas sobre mi muñeca y otras sobre
un algodón. Hasta que él no me lo dijo no me había dado cuenta de que estaba
sangrando. Ni siquiera me dolía-.
Rían estaba como disperso. Mientas él me vendaba la herida
yo me dediqué a escudriñarle con la mirada. La verdad es que no era feo, pero
su personalidad lo mataba.
-
Ya
está – miró el vendaje satisfecho y me dedicó una sonrisa-.
-
Muchas
gracias…
-
De
nada
Se
produjo un silencio incomodo durante unos segundos hasta que decidí decir algo.
-
Oye…-
no me dio tiempo a decir nada más cuando ya tenía al chico encima. Los dos
caímos sobre la camilla de sábanas bancas.- OYE TÚ ¿QUÉ ESTAS…- Me di cuenta de
que Rían no se movía. El chico respiraba aceleradamente sobre mí. Logré
incorporarlo y tumbarlo hacia atrás. Le toqué la frente…Estaba ardiendo. Rían
se había desmayado. En aquel momento afortunadamente apareció la enfermera que
dejando el café en una mesilla corrió hacia nosotros-.
-
¿Qué
ha pasado?- la mujer copió mi acción y le tocó la frente- Tiene fiebre.
-
Vinimos
a curarme una herida cuando mi amigo se desmayó. Llevaba un rato estado raro.
-
Vale
ve a la sala de profesores y dile a alguien que llame a casa de este chico y
que vengan a por él.
Corrí
fuera de la enfermería y entré en la sala de profesores aceleradamente. Por fin
le dije a una de las profesoras que estaba allí que contactaran con la casa de
Rían. Esperamos durante unos segundos, pero la línea pitaba al otro lado del
teléfono. No había nadie en su casa. Volví a la enfermería.
-
Han
llamado, pero no había nadie en su casa..
-
Um
pobre chico, tendrá que quedarse aquí. ¿Cómo te llamas? –la enfermera se me
quedó mirando.
-
Me
llamo Raven Collins..
-
Bien
Raven, ¿te importaría quedarte aquí con él?. Solo ha sufrido un desmayo, estará
bien en cuanto se despierte.
-
Oh,
pues…-reflexione unos segundos- no, no me importa, pero perdería clase..
-
No
te preocupes. Yo avisaré a tu profesor. ¿De qué clase res?
-
De
la clase 14
-
Bien.
Pues es que yo tengo que ocuparme de unos papeles en secretaría, así que no
puedo quedarme con él. Pero no le pasa nada grave así que si tú te quedas con
él hasta que se despierte no se sentirá
tan solo, a demás, no tardará mucho en despertar – la mujer me dedicó una
sonrisilla infantil y sacudiéndose la falda Salió cerrando la puerta de la
enfermería, quedándonos así, el inconsciente Rían y yo solos-.
Me
quedé allí, sentada en la cama, en silencio. Rían estaba dormido a mi lado y
parecía tan inofensivo… quise acercarme más para observarle mejor…Rápidamente
aparté esa idea absurda de mi mente y me levanté a mirar por la ventana. El día
parecía haber sido sacado de una de esas películas americanas en las que
siempre lucía el sol. Estábamos en uno de los pisos superiores del edificio.
Desde allí arriba se veía el césped y las enredaderas subir por la pared del
edificio. El tiempo seguía pasando y cada vez me entraba más y más sueño… Llegó
un momento que el que los párpados me pesaban u los ojos se me cerraban. Me
costaba un mundo parpadear. Esa noche no había dormido bien tampoco asiqué me
tumbé en una de las camillas contiguas a la de Rían y me quedé dormida.
Cuando
desperté ya era el recreo. Supongo que e murmullo de los estudiante fuera de la
enfermería fue lo que me despertó…o quizás la irritante mirada de rían que, ya
bien despierto, me miraba tumbado cara a cara enfrente y muy cerca de mí.
-
¿Qué
tal la siesta, mi oscura bella durmiente? – pegué un respingo para atrás al ver
el rostro del rubio tan cerca de mí. Se notaba que ya se encontraba mucho mejor
(para mi desgracia)
-
Sabes
Rían, me gustabas más estando inconsciente en la camilla, o medio moribundo a
punto de desplomarte. – le miré con recelo
-
Puedes
decir lo que quieras Raven, pero te has quedado conmigo todo el rato mientras
que estaba inconsciente. La enfermera me lo ha dicho cuando me desperté –me
miró con sonrisa de ganador imbatible- Eso es ‘’punto’’ para mí Preciosa. –
acto seguido se levantó de la camilla y ambos regresamos a clase-.
El
odioso chico, ya repuesto de todos sus males, caminaba delante de mí con aire
superlativo. Nada más pasar a clase todos se nos quedaron mirando a ambos. A
Rían por su repentino desfallecimiento, y a mí por haberme quedado haciéndole compañía
al chico. Todas las chicas de mi la clase me miraban furiosas. La noticia de
que había pasado dos hora y un recreo a solas con ‘’El Príncipe’’ de la clase,
se había difundido como la pólvora. Si bien ya estaba acostumbrada a las
punzantes miradas de mis compañeros, esa situación era incomoda. Muy muy incómoda.
Me sentía observada por todos los flancos…Solo una idea me resultaba
reconfortante en aquel instante. La invitación a comer a la mansión con
Nathaniel Rembrance después de la jornada lectiva. Estaba deseando que las
clases terminaran. Pero ahora, especialmente, más que de costumbre… Notaba que
las tres compañeras carroñeras de Rían me maldecían a mis espaldas.
Llegó
la última hora y en el último minuto de clase sonó de manera esperanzadora. Me
apresuré a salir de clase y nada más salir por la vieja portada interior del
edificio, Rían me adelantó por un lado, dándome un golpecito en el hombro.
-
Mañana
repetimos ¿eh?-me miró de forma malvada y se escabulló entre la multitud-.
Fuera
de la verja del instituto un corrillo de chicos que miraban un coche negro y
lujoso aparcado en la acera justo enfrente de la vieja verja de hierro por
donde salían todos los estudiantes. Me acerqué a mirar y la puerta del coche
negro se abrió dando paso a una imagen de Nathaniel que me tendía la mano desde
el interior del coche.
-
Subes?
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