Abrí la puerta de mi cuarto y me dejé caer un momento sobre
la cama, que permanecía deshecha. Me coloqué el brazo sobre la cara y cerré los
ojos. Fuera las gotas de lluvia seguían chocando con fuerza sobre el cristal de
la ventana en un logrado intento de suicido. Me quedé en silencio unos momentos
con la luz apagada, casi en penumbra, con las cortinas cerradas y la persiana
entre abierta. Noté un cosquilleo en la pierna y, luego, algo suave me acarició
el codo.
-
Hola Jack- le dije al felino que se disponía a
acomodarse en mi pecho. Lo levanté y me incorporé, y con el gato en brazos me acerqué
al escritorio y encendí el portátil- Te apuntas conmigo a ver otro episodio de
Darck Sadows ?
El gato me miró y me chupó
suavemente la punta de mi nariz con su áspera lengua, lo que yo interpreté como
un ‘sí’. Dejé a mi peludo amigo en el suelo y cogí el cargador y el portátil, y
me los llevé a la cama. Me coloqué un cojín en la espalda, y apoye el ordenador
en otro. Jack se subió a la cama y se tumbó a mi lado, apoyando su cabeza en mi pierna, y los dos permanecimos en esa posición, sin movernos un milímetro,
hasta la hora de comer.
Sobre las 2:30 de la tarde
(minuto más, minuto menos) llamaron al timbre. Mi madre estaba ocupada en la
cocina, por lo que tuve que realizar la ardua tarea de bajar yo. Mientras bajaba
por las escaleras, el ente impaciente que aguardaba detrás de la puerta, la
aporreaba como si la vida le fuese en ello. Por lo que deduje que aquel ser que
casi derriba la puerta a golpes debía ser mi hermano Max (el impaciente).
-
Ya va…. ¡YA VA! –grité dando un salto desde el
tercer escalón-.
Efectivamente no me equivocaba.
Abrí la puerta, y dando me un empujón, Max, pasó por la puerta ignorando mi
presencia. Cerré la puerta y perseguí a mi hermano hasta la cocina, no sin
antes recoger del suelo la desdichada mochila que Max había tenido la gentileza
de colocar cuidadosamente de un golpe en
medio del suelo del salón. Llegué a la cocina y me apoyé en el marco de
la puerta escuchando la voz excitada de mi hermano mientras contaba su ‘magnífico
día lectivo’.
Tras unos 15 minutos oyendo a mi
hermano alardear sobre sus nuevos amigos, nos sentamos a la mesa. De lo único
de lo que me enteré de la conversación entre este y mi madre fue que había hecho un nuevo amigo llamado Carlos que vive un par de calles detrás de la nuestra.
La madre del tal Carlos, lo trajo a casa hoy porque estaba lloviendo a mares.
Durante toda la comida no dije palabra, y después me subí derecha de retorno a
mi cama. Me dolía un poco la cabeza. Te tumbé en el cojín que había utilizado
para ver la película, y enseguida me quedé dormida.
Cuando por fin abrí los ojos, ya
era tarde. Había parado de llover y la oscuridad ya se había aposentado. Debían
de ser alrededor de las 7 u las 8 de la tarde. Me encontraba mejor y el dolor
de cabeza había parado. La casa estaba en silencio y a oscuras. Encendí la luz
de mi habitación y abrí la puerta. Agudicé el oído para ver si había alguien.
Llamé a mi madre. Luego a mi padre por si había llegado ya del trabajo. Pero en
ambos casos nadie contestó.
Bajé las escaleras un tanto
insegura, encendiendo todas las luces a mi paso. Cuando bajé las escaleras,
encontré en el salón una nota de mi madre:
‘’Raven, cariño, tu padre llegó del
trabajo y me pidió que le acompañara a hacer unas cosas, asi que estarás sola
durante un rato. No sé a qué hora llegaremos. Intentaremos no tardar mucho,
pero si es hora de cenar, hay sobras de esta mañana y cosas para hacerte algo
de comer en la nevera. Si vas a utilizar las sartenes y el aceite, ten mucho
cuidado y no te quemes. Máx cenará en casa de su amigo Carlos que vive a la
vuelta del vecindario. Si necesitas algo, llámame al móvil, o al de tu padre.
Te quiere, Mamá ‘’
Cuando terminé de leer, dejé la nota encima de la mesa
del salón, donde la había encontrado. Me dispuse a retomar mi camino escaleras
arriaba cuando oí un ruido en la cocina. Me quedé quieta, inmóvil. Tras unos
segundos con la respiración entrecortada y sin mover un músculo, supuse que había
sido mi imaginación y no le di importancia…Pero, el ruido volvió a sonar en la
cocina. Esta vez con más fuerza. Me quedé quieta. Intentando oír. Pero la
casa volvió a quedarse en silencio. Me armé de valor y me encaminé hacia la
cocina. Cogí sigilosamente un paraguas de la entrada y me armé con él… Anduve
en silencio hasta la cocina, vigilando cada uno de mis pasos para no hacer el más
mínimo ruido. Estiré la mano hasta la llave de luz pero, justo cuando iba a
darle, el ruido volvió a sonar. Aparte la mano rápidamente y me escondí tras el
marco de la puerta.
-
1……2……
¡3!- conté para mis adentros y con un movimiento ágil y rápido encendí la luz
de la cocina-.
Adopté
rápidamente una pose defensiva con mi arma por delante (el paraguas) y me adentré
ella. Inspeccioné el terreno, sin dejar de mirar de un lado a otro de mi alrededor.
Estuve un rato mirando detrás de cada plato, cada armario, cada puerta y ventana
de la cocina, pero… nada. Bajé el paraguas y suspiré llevándome la mano al
corazón. Apagué la luz, no sin antes echar una última ojeada detrás de mí por
si acaso, y salí de la cocina. Algo me rozó el tobillo. Se me escapó un pequeño
grito y al encender la luz descubrí a mi pequeño gato sentado en el suelo lamiéndose.
-
¡Jack!
Que susto me has dado…- cogí al felino en brazos y ya, definitivamente, subía a
mi habitación-.
Me puse una película, y aguardé a que vinieran mis
padres. Pensé antes en hacer los deberes, pero no tuve ganas y pasé de ello. Tenía
una escusa así que no debía preocuparme
por lo que dirían los profesores. Me senté en mi escritorio con los cascos puestos y una buena bolsa de patatas fritas en la mano y me sumergí en
la magia de una de las películas de Tim Burton.
Me ha parecido de los mejores capítulos que he leído,sabes sumerger al lector haciendo gala de un lenguaje descriptivo que enamora.
ResponderEliminarEnhorabuena y sigue con el blog,haces un trabajo sin igual.