Me acerqué cuidadosamente a la
imponente casa. La verja de hierro forjado se elevaba por encima de mi cabeza,
y una imponente casa de ladrillo color grana sobresalía tras ella. Miré el
jardín entre la penumbra y vi algo brillar.
-
Jack…?- un impulso me hizo llamarle, y entre las
sombras de aquel jardín fantasmal mi gato negro de ojos esmeralda emergió entre
la oscuridad.
Eufórica salté del suelo y abrí
la verja rápidamente para coger al felino en mis brazos. Una vez que hube
abrazado a Jack lo suficiente, me quedé admirando la enorme mansión. No se
podía ver mucho debido a la poca luz que había, pero la casa era hipnotizarte. Estuve parada delante de la casa un largo
rato, cuando me pareció ver entre las oscuras cortinas de una de las ventanas
de la casa una silueta. Una persona. Me quedé inmóvil unos momentos más
intentando ver con claridad a la persona que me observaba fijamente desde el
otro lado del cristal. Agudicé un poco más la vista y pude ver que era un chico
el que estaba en la ventana, su pelo oscuro resaltaba un poco junto a las
cortinas de color granate. Cuando logré
ver su rostro, el chico desapareció en la oscuridad de la ventana quedando ésta
abierta y dejándome a mi pasmada delante
del jardín de aquella casa.
Cuando por fin mi mente volvió en
sí, me aparté rápidamente de la verja de la casa cerrándola con un portazo tras
de mí. Con Jack aún en los brazos recorrí corriendo el trayecto de vuelta a
casa.
Con la mano aún temblorosa abrí
la puerta de casa y dejé al gato en el suelo. Cerré la puerta y me senté en el
suelo apoyando la cabeza en ella para recuperar el aliento. Max y mi madre ya
habían llegado, detalle que mi madre amablemente me hizo notar plantándose
delante de mi con el ceño fruncido y pidiendo explicaciones. Ignoré su demanda
y sin hacer el menor caso a lo que me estaba diciendo, recordé la extraña casa.
-
Mamá, ¿sabes algo de la mansión que está a la vuelta de la esquina de
enfrente?- le lancé mientras me levantaba para quitarme la chaqueta. Mi madre
se quedó callada durante unos segundos.
-
No. Pero que sea la última vez que sales
corriendo de esa manera.
-
Siiiiiiiiiiiiiii…..-dije con tono monótono.
Me senté en el sofá enfrente de
mi padre que estaba viendo la tele , me quité las zapatillas y me tumbé.
-
¿As encontrado a Jack?- me preguntó mi padre
mientras dejaba su cerveza en la mesita.
-
Ahhhh…si… se había colado en una casa muy
extraña. Parecía una mansión oscura y enorme… ¿sabes tu algo de eso?
-
La verdad, hija, no estoy vigilando a Jack todo
es día para ver donde se mete…- se acomodó en el sofá todavía más.
-
Sobre eso no. Sobre la casa- me dejé caer el
brazo sobre los ojos en señal de agotamiento.
-
Ahhh… si, creo haberle oído mencionar algo de
eso al de la inmobiliaria.- me quité el brazo de la cara y me incorporé para
prestar atención a las palabras de mi
padre.- creo que dijo que esa casa está ahí desde hace muchos años y que casi
nunca se ve a los propietarios, aunque la casa no está desocupada. El hijo de
los propietarios vive en la casa junto con el servicio. Casi nadie se acerca a
la casa y me recomendó que nosotros no lo hiciéramos tampoco.
-
Baya… esa es mucha información para un “creo haber oído mencionar…”. Bueno gracias.
– me levanté y me encaminé a las escaleras, cuando oí a mi madre desde la
cocina.
-
¡Raven, espera, la cena ya está lista!
-
Creo que no voy a cenar. No tengo hambre. He
comistreado por ahí…-grité ya desde arriba.
Me dejé caer sobre la cama. Hoy
había sido bastante agotador, la verdad. Eso de “el primer día” es un trabajo
muy duro aunque no lo parezca. Había sido un día productivo. Las clases no
habían estado del todo mal y el instituto no tenía aspecto de ser poca cosa. La
gente me mira igual que siempre, pero eso ya casi me da igual, excepto “la
chica de los garabatos” Miriam que se había mostrado bastante simpática, un
detalle muy poco corriente en mi día a día. Por otro lado estaba el tema del
imbécil de Rían, cuya sola presencia me daba nauseas que empeoraban con la
presencia de las tres estúpidas chicas que revoloteaban a su alrededor como
buitres. Todo esto dejó de importarme muy pronto cuando recordé la mansión
grande y oscura de la esquina de la acera de enfrente. La sensación de estar
frente a esa casa, en la penumbra era muy extraña. Una mezcla de miedo y
admiración que me hizo fijarme en todos y cada uno de los detalles de la
fachada y las ventanas. La fachada no se veía muy bien pero parecía de ladrillo
oscuro y enmohecido. En cuanto a las ventanas, eran grandes y rectangulares. Una de ellas estaba abierta,
y las cortinas ondeaban por ella hacia el exterior. Una figura sobresalía de
ella. Era un chico. Según mi padre ese debía ser el hijo de la familia que
había heredado la casa. La curiosidad me llamó. Me levanté de la cama y me
senté en el escritorio. Aún quedaban unas cuantas cajas por desempaquetar. Cogí
mi portátil y busqué en la base de datos de Oskfild (es el nombre de la
ciudad), y busqué la susodicha casa.
Me costó encontrar algo que me
pudiera dar información sobre la casa, hasta que buscando entre las miles de
páginas encontré una que explicaba un poco de su historia. Según el redactor,
la casa había sido propiedad de la familia Rembrance durante décadas. Hasta
hace pocos años, en ella habitaba el único miembro de esta familia procedente
de Rumanía, aquí en Oskfild. La anciana y era viuda, por lo que tras la muerte
de su marido, dejó su acomodada estancia en Rumanía, para mudarse a un lugar
más tranquilo donde vivir sus últimos momentos de vida. Era una familia
adinerada, por lo que la mudanza no supuso ningún problema. Nunca regreso a su
país natal. La anciana dueña de la enorme casa murió hace 20 años y, después de
que la Mansión pasara por varias transacciones, así como algunos otros
poseedores, hoy pertenece de nuevo a la familia Rembrance, que regresó de
Rumanía para reclamar la herencia.
-
Es una casa muy vieja… Puede que esta ciudad no
sea tan aburrida después de todo…- apagué el portátil.
-
Me cambié
de ropa y rebusqué en una de las cajas que todavía no había tenido la gentileza
de desempaquetar. De ella saqué uno de mis numerosos libros. Me tumbé en la
cama con la luz de la mesita encendida y leí hasta quedarme dormida.
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